¡¡¡Virgen del abalorio y nuestra señora del abrigo de pana!!! Si es que me miro en el espejo y de lo buenorra que me veo me entran ganas de empotrarme. Es pensarlo y mi plumita de colores se pone tontorrona y todo. ¡¡¡Tranquila nenita que si todo sale bien ya queda menos para que nos presten un tintero!!!.
Y es que ya me he cansado de la vida de monasterio Benedictino que llevo últimamente y me apetece ver que tiene el mundo pagano para ofrecerme, aunque buscando en el mercado de segunda mano lo más probable es que encuentre chatarra, pero bueno siempre puedo volver a colgarme el hábito.
Dentro de un rato he quedado con un tío que de vehículos usados y renting parece que tiene algo de experiencia. Hemos elegido para conocernos el día más caluroso de la historia del planeta y en cada semáforo reviso como van los filtros de mis alerones porque dudo que lleguen secos a la cita.
Para que no se me deshaga el retablo de la Sagrada Familia que me he puesto en la cara para parecer guapa me he echado un fijador de maquillaje que creo que me ha fijado hasta el primer pensamiento que tuve cuando vine al mundo, porque siento que me cuesta gesticular, pero por lo menos me aseguro de que el pote no se me derrita como un helado de avellana.
Con mi plumita de colores también he tenido unas palabritas y ya sabe que tiene totalmente prohibido derramar ni una sola gota de tinta amarilla sobre mis braguitas de nueva pecadora.
Aparco el coche y veo que he llegado antes que él. Así que me recoloco bien el cuello que lo traigo un poco torcido de ir oliéndome los sobacos cada doscientos metros, le doy un último retoque a los morretes, al flequillo, y al cuestionario que llevo en el bolso. Pensareis que el calor me ha colapsado el cerebro para llevar un cuestionario a una primera cita, pero si tú vas a un concesionario y al ladito del coche tienes su ficha técnica, ¿por qué no voy a tener yo la mía propia?
Rezo porque me lleve a comer algo porque me rugen las tripas, ya se que a una cita se viene con los deberes hechos, pero yo es que siempre fui de las que dejaban algo para las recuperaciones de septiembre. Antes de salir del coche dejo el cuestionario médico en la guantera que con lo nerviosa que estoy no me va a dar para rellenar tanta casilla.
Me ha dicho que me pasa a recoger en un coche blanco. ¿Sabías que el color más vendido en vehículos de cuatro ruedas es precisamente ese? Así que me siento como en un partido de Alcaraz poniéndome nerviosa con cada set que parece que va a ganar y lo pierde. Si he salvado el cuello con lo de los sobacos no se si me libraré de esta y entonces me acuerdo de que no me he depilado los pelos de la barbilla. ¡¡¡Joder, que patinada la mía!!! Solo espero que le fallen un poco las luces de cruce y entonces mientras estoy intentando tirar del puto pelo con las uñas aparece una carroza tirada por doscientos caballos y baja un príncipe con sonrisa de anuncio.
¡¡¡A tomar por saco las extensiones de la barbilla, a lo que estamos nenita!!! Saco a todo correr el cuestionario y pongo una x en la casilla: fiel a la foto de perfil.
Se acerca y me planta dos besos. ¡Qué bien huele por dios!, me acompaña al coche y pongo una x en la casilla: invierte en su aspecto, y otra en: no te abre la puerta, ni falta que hace, que eso es al principio y luego acabas abriéndosela tu a él y sacándole la alfombra roja.
Mientras me lleva a un lugar para sorprenderme voy pensando que para ser vehículo de segunda mano tiene muy buena carrocería, la tapicería está en buen estado y de chasis está bien dotado, ahora solo falta que amortigüe bien.
En esos pensamientos estoy cuando me pregunta si estoy bien porque no había quien me callara por teléfono hace unos días y ahora esto, si no fuera por él, parecería una película muda. Realmente estoy como dios, pero tan nerviosa que, si hablo sé que la voy a cagar seguro, así que con una sonrisa bobalicona apunto una x en la casilla: lleva la voz cantante.
Ya hemos llegado a nuestro destino, ¡¡¡ qué maravilla!!! Una calle llena de bares, el paraíso de mi rugiente estómago. Saco el cuestionario para poner una x en: descubrir mis necesidades, pero me lo pienso mejor porque me parece mucha generosidad para los quince minutos que llevamos juntos así que para ser justa apunto en un ladito del papel: merienda a la misma hora que yo.
Siempre he creído que hay comidas que deben estar prohibidas para una primera cita, pero estoy tan nerviosa que la opción de comerme una brocheta de champiñones chorreando en aceite me parece una idea de las que se merece ser premiada y todo, hasta que me los llevo a la boca y lucho para que la dignidad no me abandone y en esas estoy cuando llega el primer vinito.
Apuntar por mí que tengo las manos ocupadas, una x en caballeroso, ya qué me dejó el honor de hacer el primer brindis. Mira que se me dan bien esos momentos, pero los putos nervios y el reto de los champiñones me tiene la imaginación atrofiada así que en vez de aprovechar la ocasión para lucirme tiré de cliché de tercera división y brindé por el buen comer y beber. Lo sé, lo sé, apuntarme, por favor, una x en patética.
Salimos del bar para seguir con la hora de la merienda y a mí me parecía que la calle que ya es estrecha de por sí, cada vez se me estrechaba más e intentando disimular los efectos del primer vino fuimos a por el segundo. Este brindis no fue más original que el primero ni la comida más adecuada porque era un pincho moruno, que el primer trozo muy bien, el segundo vale, el tercero tiene un pase, pero ese cuarto que se te queda en mitad del pincho y tienes que hincarle el diente y tirar de él como si fueras un hombre de las cavernas,¿ qué me decís de ese? Bueno pues viendo que el chaval era diésel le ofrecí ese trocito y me evité hacer más el ridículo. O ¿no? porque no se me ocurrió otra cosa que sentarme en una mesa de esas altas con taburetes que para mí estatura son como escalar un ochomil y subir no lo hice mal, pero bajarme con el depósito de gasolina cargado por segunda vez ya fue disciplina olímpica y aunque no me llevé la medalla de oro por lo menos pude pasar a la siguiente ronda.
Ya sabemos que no hay dos sin tres, pero esta vez pedí agua y me apoyé en la barra del bar para que ella se ocupara de sujetar mi cuerpo y mi boca porque la cantidad de tonterías que iba diciendo era directamente proporcional al tiempo que pasábamos juntos.
La estrechez de la calle dejó paso a una zona de copas ¡¡¡ Ohhhh yeahhh, ahora sí que me encontraba en mi habitad!!! Me ofreció tomar una Gyn-Tonic y apunte en el cuestionario: sabe lo que me sienta bien.
Y ya sentada de manera convencional y frente a él, comencé a relajarme un poco y pude observarlo más detenidamente. Hay plumita mía que si la suerte nos acompaña, vamos a llevarnos el cuatro por cuatro con tracción delantera y trasera.
Tendrá tracción completa pero la calefacción no le funciona muy bien porque empezó a mover un poco de aire y sintió frío, así que pusimos fin a la terracita y entramos en el bar a disfrutar de nuestro gyn-tonic y mientras llegábamos a la barra , saqué el cuestionario y puse una x en la casilla: sistema de refrigeración defectuoso.
Y allí estaba el Kilimanjaro esperándome en forma de banqueta, así que saqué del bolso el equipo de escalada y me puse a ello, y como me gustan los retos y no perder ni a las canicas lo conseguí, por supuesto que lo conseguí, lo único que era tan alto que aunque pusiera las piernas como las pusiera siempre se me quedaban colgando y por un rato me sentí como Macario, hasta que mi plumita de colores me dio unas palmaditas en la espalda para avisarme que o la llevaba al baño o si no desde la altura de la banqueta era capaz de crear las cataratas del Niágara. Y ala, otra vez para abajo, no si al final voy a acabar como Juan Pablo II al bajar del avión y besar el suelo.
Cuando salí del baño tomé dos decisiones, una buena y otra mala. la buena era quedarme de pie y dejarme ya de escaladas, y la mala sentir el ritmo de una bachatita que estaba sonando y recorrer la distancia del baño a donde estaba el como si fuera la de Dirty Dancing, patética otra vez, lo sé, pero bueno a él le debió hacer gracia porque me siguió la bola hasta que los pasos se nos hicieron nudos entre los pies y decidimos que eso no era lo nuestro. Pero bueno por lo menos apunte que no era un sujeta barras.
Cuando salimos de allí había caído la noche y pensamos que era hora de apagar los faros y meternos en el garaje. Y entonces pensé en como son ahora las despedidas en una primera cita, no tarde en descubrirlo.
Paró el coche y me hizo bajar para darme un abrazo. ¿perdona? Le escuché decir a mi plumita de colores. Tranquila nena, como hace tanto que no salimos del concesionario igual ahora las cosas se hacen así.
Pensé que su largo de chapa no iba a encajar bien con el mía así que busqué un bordillo donde subirme y que ya que solo iba a ser un abrazo por lo menos fuera en igualdad de condiciones.
Ummm que rico me estaba sabiendo cuando nos separamos y puso sus labios suavemente sobre los míos, sentí un destello, como cuando el del frente te indica que vas con las largas.
Se dirigió a su coche y me quedé allí pensando, no puede ser. Así que me bajé del bordillo y me puse de cero a cien en dos segundos y con una buena frenada le demostré como se despedía un deportivo rojo como el mío y le dije: ahora si puedes irte.
Estoy segura de que su próximo brindis será por nuestro siguiente acelerón.


